Quiero dejar para
la posteridad esta historia, que significó mucho en mi vida por
el gran amor que a mis 23 años sentí por una mujer
mayor, y que fue ampliamente correspondido, pero que al mismo tiempo
se convirtió en un dolor constante porque ella era casada, con
hijos, haciendo casi imposible que la relación fuera más
allá de encuentros amorosos casuales. Y digo casi imposible,
porque en mis
sueños de adolescencia, ella la mujer de mi vida, mi más
grande anhelo.
Carolina era la esposa de mi vecino, en ese entonces tenía 40
años, rubia, piel dorada, piernas largas coronadas por unos gluteos
verdaderamente enormes, y senos grandes. Yo vivía en la planta
baja de un edificio, y el departamento de Carolina estaba frente al
mío,
puerta con puerta.
Mi familia vive en la provincia mexicana, en tanto que yo vivía
sólo, debido a que realizaba mis estudios de preparatoria en
la Ciudad de
México.
Desde que llegué al departamento en mención, recibí
un trato amable de parte de Carolina, quien me apoyaba con las obligaciones
que
teníamos los inquilinos, ya que por cuestiones de tiempo no acudía
a las reuniones de vecinos. Debido a esta situación, regularmente
ella
llamaba a mi puerta para ponerme al tanto de las cuotas que se tienen
que pagar por mantenimiento, servicio de áreas comunes, etc.
Al principio, la relación era tan formal que solo cruzábamos
dos o tres palabras, en la puerta de mi departamento, ella se despedía
y
entraba al suyo, sin más; pero conforme fue pasando el tiempo,
fuimos tomando confianza, hasta establecer una relación menos
formal.
Carolina ya no se quedaba en la puerta, entraba y se sentaba relajadamente
en la sala mientras me ponía al tanto de cómo se estaba
administrando el edificio y los acuerdos a los que había llegado
la asamblea de inquilinos.
Estas visitas se hicieron más seguidas y se prolongaban cada
vez más, por lo que de la platica formal, pasábamos a
un agradable rato de
charla, sobre diversos temas. Sin darnos cuenta, nos fuimos encariñando
a tal grado, que parecíamos dos amigos, sin diferencias de
edades, lo cual pues no era real. De mi parte, empecé a padecer
una especie de inquietud constante. Cuando ella se iba de mi
departamento no podía dormir pensando en sus formas de mujer,
que me generaban una excitación que al paso de los días
se fue
volviendo incontrolable.
Nuestros departamentos están, como decía, en la planta
baja, y los cajones de estacionamiento de ambos quedan frente a mi ventana,
por lo que una noche, con el silencio que provoca la misma, escuché
que Carolina despedía a su esposo e hijos, que iban al cumpleaños
de sus abuelos y a pasar el fin de semana con ellos, fuera de la ciudad.
Oí que Carolina le pedía a su esposo la disculpara con
sus
suegros, pero que alguien debía quedarse a organizar arreglos
que se hacían en su departamento, al tiempo que le pedía
que le informara
telefónicamente el estado de sus bebes y de él mismo.
Luego de que se cerraron las puertas del auto y el motor se oía
cada vez más lejos, escuché que se cerró la puerta
del edificio, lo que me
indicaba que ella ya había entrado a su departamento.
El pensar que ella
estaría sola en su casa me puso nervioso. Una erección
empezó
crecer entre mis piernas de solo imaginármela en la cama, en
ropa interior. Sin más, decidí que esa noche tenía
que decirle lo que sentía
por ella, por lo que empecé a planear con que pretexto presentarme
en su departamento. En esas estaba, cuando sonó el timbre del
mío,
y vaya sorpresa que me llevé cuando abrí la puerta, ahí
estaba ella, con cara de pena.
Se disculpó por tocar a esa hora (eran las 11:45 de la noche),
pero me explicó que los arreglos que hacían en su casa
le hacían incomoda
su estancia, por lo que se le había ocurrido dormir en el sofá
que está en la sala de mi departamento, a lo cual yo no me negué,
por su
puesto.
La invité a pasar y a sentarse, con lo que iniciamos una charla
al calor de un poco de música y una copa de vino que yo serví.
Al calor de
la música y debido al efecto de la bebida de uva, nos relajamos
inmediatamente y la charla tomó un curso más íntimo,
en donde
hablamos de nosotros, hasta que ella empezó a comentar de su
matrimonio. Me dijo que era feliz con lo que tenía, pero que
últimamente
su relación con su esposo no funcionaba bien en una parte. Ya
en confianza, me explicó que la vida sexual en la pareja es una
parte
importante y un complemento del amor, por lo cual era de entender que
está situación la tenía algo triste.
Su actitud me inspiró ternura, por lo que en un acto reflejo
la abracé, siendo correspondido por ella. El abrazo se prolongó,
por lo que
ambos pudimos sentir el calor de nuestros cuerpos y aspirar nuestros
olores. Fue esto último lo que provocó que el abrazo se
prolongara
aún más, y que ambos iniciáramos una leve caricia
en las espaldas de ambos, en un movimiento de arriba hacia abajo.
La fuerza del abrazo creció y sentí en mi pecho sus dos
enormes senos, lo cual me excitó generando una erección
que casi se salía de mi
pijama. Al oír de sus labios salió un huuuuummm. prolongado,
llevé mis labios a su cuello y lo besé con ternura pero
con insistencia.
Del cuello pasé al lóbulo de su oreja, a la mejilla y
entonces vi sus ojos cerrados y una expresión de complacencia
en su rostro que aún
en estos días me hace acordarme de ella.
Sus labios rojos y carnosos estaban entreabiertos, por lo que me acerqué
y los bese suavemente, los dibujé con la lengua y al llegar a
la
comisura de su boca la introduje poco a poco, como fornicándola
con la lengua. Esto la excitó y provocó que abarcará
mi boca con la
suya al tiempo que me tomaba fuertemente por la nuca y acariciaba mis
cabellos. Mis manos ya fe aferraba a su cintura, marcada por lo
ajustado del vestido que traía. Subí un poco las manos,
y sentí, aún sobre el vestido, la tibieza de esos enormes
senos que Carolina tenía.
Luego de un buen rato en que nos besamos y acariciamos todo lo que podíamos,
baje mi lengua por su barbilla, y al descender la vista
sentí un deseo incontrolable al ver que entre su amplio escote
(no muy común en ella), sobresalían dos enormes globos
que parecían
querer romper la tela. Acaricié su cuello con las manos, al tiempo
que besé su papada y la curva de su hermoso cuello, hasta llegar
a la
base de sus senos, los cuales recorrí con la lengua viendo como
al paso de la misma, los poros de su piel se hinchaban por el placer
que
le generaba esta caricia. Bajé el cierre de su vestido y seguí
lamiendo sus senos, que poco poco fuí sacando del brasier. Bajé
primero la
copa que cubría el seno izquierdo, lo hice muy lentamente, por
lo que primero me embelesé acariciando con mi lengua las pequeñas
protuberancias en la aureola que rodea al pezón, ensalibándola,
hasta llegar a un rosado, arrugado y enorme botón, que al succionarlo,
hizo que ella gimiera. Desabroché su brasier y pasé al
otro seno, que también succioné y lamí hasta sentir
que el pezón no se doblaba con
mis caricias por lo duro que estaba.
Ella ya me había desabrochado la camisa del pijama y me acariciaba
con fervor, mientras me decía "así, así, bésame
más, hazme
sentirme mujer", lo cual me excitaba más y me alentaba a
continuar con la caricias en un erotismo que ya no veía limites..
De repente,
me levantó, me recargó en el respaldo de un librero que
tengo en la sala, al tiempo que besó y chupó mis tetillas,
el estómago y el
ombligo, bajando cada vez más. Se abrazó jalándome
de las nalgas y pasó su mejilla sobre la tela del pijama, en
la parte en que mi pene
daba brincos insistentes, como catapulta, debido al alto nivel de excitación
que tenía. Desde mis nalgas, jaló la tela del pijama de
tal
forma que hiciera presión sobre mi pene, y luego, siempre sobre
la tela, subió lentamente su lengua desde la base del pene hasta
la punta,
la cual mordió cariñosamente. Acto seguido, bajó
lentamente el pijama, descubriendo primero el glande, que brillaba de
tan rosado he
hinchado, acariciando y ensalibándolo dulcemente con su lengua.
Recorrió la comisura del pene y fue bajando lentamente, mordiéndolo
a
lo ancho, hasta llegar a la base, luego subió lentamente hasta
llegar a la punta, que se introdujo poco a poco, hasta comerse casi
la mitad
del mismo. Yo le acariciaba las mejillas y el pelo, mientras ella se
metía mi pene hasta donde podía en una mamada que en mi
vida me
han vuelto a hacer.
Acto seguido, se fue levantando poco, sin dejar de acariciarme con su
lengua, la cual subió por mi estómago y el pecho, hasta
llegar a mis
labios, fundiéndonos nuevamente en un besó lleno de pasión.
Yo me retiré un poco de ella para desprenderme del pijama (en
tanto ella se desnudaba también), y al levantarme admiré
ese cuerpo tan
hermoso. Carolina se posesionó de mi pene y lo acarició
con la mano. Entonces, viéndome a los ojos, me dijo que hacía
tiempo me
deseaba, que su actitud de apoyarme con lo del edificio no era desinteresada,
ya que desde que me conoció sintió, primero una ternura
que no se explicó, hasta que está se fue convirtiendo
en deseo sexual. Bajó la vista hacia mi pene y me dijo algo que
hasta la fecha sigue
siendo cierto (ahora tengo 34 años y continúo viviendo
sólo, en otro departamento) que esa noche sería la noche
de nuestras vidas, por
lo que teníamos que gozar infinitamente de nuestros cuerpos.
Fue entonces cuando me jaló de tal forma que nuestros cuerpos
giraron,
hasta quedar ella con su espalda recargada al respaldo del librero.
Estando ambos de pie, con una agilidad increíble, levantó
su pierna izquierda y la colocó sobre mi brazo derecho, pidiéndome:
"coloca mi
pierna sobre tu hombro".
Levanté su pierna hasta mi hombro y ella prácticamente
se colgó de mi cuello, pidiéndome que le introdujera el
pene en su vulva, que
había quedado rozándome el glande (con esta posición
arreglamos un poco la diferencia de estatura, ya que ella me llevaba
unos
centímetros más).
Mientras la besaba apasionadamente, acaricié su pierna que tenía
sobre el hombro, bajando hasta recorrer la redonda y enorme nalga,
tersa y suave, pasé mi mano por la rajada que empezaba desde
la parte en que termina espalda, y fui bajando lentamente hasta llegar
a
sus labios vaginales, los cuales acaricié suavemente, sintiendo
la humedad de su agujero. Acto seguido, abrí con dos dedos los
labios de
la vagina hinchada e introduje la punta de mi verga, con lo que cerró
los ojos y echó la cabeza hacia atrás, recargándola
al respaldo del
librero, mientras decía "que rico papasito, méteme
otro poquito de tu verga, que rica es papito, más rica de lo
que pensaba, quiero
sentirla toda dentro de mi, dame tu leche, dame tu leche."
Al oir esto, no pude contenerme más y de un golpe se la metí
toda, hasta que estuve parado totalmente de puntitas y sentí
como mis
bolas rozaban las puntiagudas nalgas. Empecé a entrar y salir
de su vulva a un ritmo regular, y a cada embestida mía, ella
gemía y
respiraba agitadamente con los labios entreabiertos.
Aumenté el ritmo y ella empezó a gritar con cada embestida,
"ay mi amor, ay mi amor, ay papasito, cógeme más
papito, méteme tu
verga tan rica papito", hasta que estas frases tan cachondas se
convirtieron en "me vengo, siento que me vengo papito, dame tu
leche,
dame tu leche, tu leche, quiero tu leche" y terminó con
un "ayyyyyyyy ayyyyyyyyyyyy.. aayyyyyyyyy mi vida" En ese
instante
comprendí que ya había tenido su primer orgasmo y embestí
más fuerte, hasta que sentí como la leche recorría
el camino desde mis
bolas y salía expulsado por la punta de mi pene. Que sensación
tan inigualable.
Al sentir el caliente líquido seminal en sus entrañas,
volvió a gritar y a tener mas orgasmos, "tu leche mi amor,
que caliente y rica está tu
leche, mi amor, ahaaaaaaaa ahaaaaaaaaaa, me has echo tan feliz mi amor,
que felicidad de verdad"
Yo continué dentro de ella después de mi explosión,
aún con la pierna de ella sobre mi hombro. Al agacharme un poco
para aflojar la
tensión de mi cuerpo, vi como nuestros jugos escurrían
por su pierna hacia la rodilla, por lo que subí la pierna que
tenía apoyada en el
suelo y cargándola, con la verga aún adentro, la llevé
al sofá y me senté con ella encima.
Me besó nuevamente como sólo ella sabe hacerlo, y entonces
me percate que mi pene aún no bajaba, estaba igual de tieso pese
a la
explosión pasional que había sufrido y bien metida en
esa vagina llena de líquidos y de calidez. Mientras me besaba
y acariciaba todo el
rostro me comentó: "mi vida, que hermoso eres, me has cogido
como nunca nadie, y que hermosa verga tienes, tan rica, tan dura que
sigue dentro de mi, gracias mi amor, gracias por darme esto".
Entonces se levantó lentamente, a tal grado que mi verga casi
se sale de su agujero, lo cual ella no permitió atrapándolo
con una leve
bajada, y comenzó a subir y bajar, jadeando de placer y gozo,
que era correspondido de igual forma por mi.
Lo hicimos en el sofá nuevamente, en la alfombra de la sala,
en la bañera y terminamos una apasionada noche en la cama, desde
donde
vimos amanecer con los cuerpos fundidos en uno. Desde ese día,
cambié, no soy el mismo. Sólo me queda un vacío:
espero
pacientemente en mi departamento de la ciudad de México a que
aparezca otra Carolina en mi vida.
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